Editorial diciembre 2022

Proceso de turbación

En el Espiritismo, a la muerte la denominamos “desencarnación”

Después de la muerte del cuerpo carnal, el Espíritu pasa por una etapa de confusión en su nuevo estado.

Esta situación se llama “turbación” y va cesando gradualmente, variando en términos de tiempo de acuerdo con el nivel evolutivo del Espíritu.

Aquellos en quienes el proceso de muerte es más breve, son los que identificaron en la vida con el futuro de las existencias, el mundo invisible que los rodea, y logran comprender de inmediato su situación.

La turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de cada individuo, y sobre todo, según el tipo de muerte que experimenta. En las muertes violentas, producidas por ejemplo por suicidio o accidentes, el espíritu en principio se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto. Aunque ese estado lo sostenga con terquedad, ve su cuerpo, sabe que ese cuerpo es el suyo, y no comprende que se haya separado de él, se acerca a las personas que ama, les habla, y no comprende por qué ellas no le oyen.

Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del Periespíritu: (envoltorio fluídico que rodea al espíritu) se ha consumado. Ósea, se ha desprendido del cuerpo. Es ahí que el espíritu se recobra y comprende que ya no forma parte de los vivientes.

Digamos entonces que sorprendido de improviso por la muerte, el espíritu está aturdido por el brusco cambio que sucedió.

El problema surge cuando consideramos a la muerte como sinónimo de destrucción.

Para él la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción. Cómo piensa, ve, y entiende, cree que no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un cuerpo similar al anterior, por su forma pero su naturaleza, de la cual todavía no tuvo tiempo de visualizar, es más etérea.

Lo cree sólido y compacto como lo era el primero, y cuando toma conciencia de esto se sorprende por no poder palpar su cuerpo.

Este fenómeno es similar al de los sonámbulos que no creen estar dormidos.

Para ellos el sueño es sinónimo de suspensión de las facultades, y como piensan libremente y ven, en su mente no se encuentran dormidos.

Algunos espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte no los haya sorprendido de forma imprevista.Pero sigue siendo una particularidad más general en aquellos, que aunque estuvieran enfermos, no pensaban que morirían.

Se puede observar entonces, en algunas ocasiones, al espíritu que asiste a su funeral como si se tratara de un extraño y hablando de él como una cosa que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad.

La turbación que viene después de la muerte no tiene nada de doloroso para la persona que trabajó su crecimiento espiritual.

Es tranquila y similar en todo a la que acompaña a un despertar en paz.

En cambio, para quienes cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad, y de angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación.